EL BRONCE


La segunda época de la cultura humana empieza cuando el hombre aprendió que ciertas clases de minerales se les puede calentar y dar formas, es decir, se les puede forjar o darles forma por medio de un molde, que al enfriar retiene la forma deseada. 
Además aumenta su dureza y se hace más duradero, e incluso podía conseguirse un filo. Esta época se conoce con el nombre de la Edad de Bronce, si bien ya antes se había empleado con cobre más o menos puro.
La Edad de Bronce tuvo una duración relativamente breve, de 500 a 2000 años, según cómputos extremos, en comparación con la Edad de Piedra y la Edad de Hierro. Se debe tener en cuenta, que todos los elementos vitales de la cultura material moderna tiene sus raíces en la Edad de Bronce. 
El primer hecho sobresaliente de esa época es el conocimiento de la transformación radical de las propiedades físicas de ciertas sustancias por el calor. El primer forjador descubrió que el cobre natural, sustancia rojiza intratable y relativamente dura, se hacía maleable y plástica al aplicarle calor. En la Edad de Piedra se martilleaba el cobre nativo sin ayuda de calor y se consiguieron imitaciones de las formas sencillas de las herramientas ya existentes, de hueso o piedra, pero esto no marcó el comienzo de la Edad de los metales, si bien fue la base para la observación del cambio de propiedades del cobre con el calor. El arte del forjador era tan complicado que requería un prolongado aprendizaje, -primera especialización industrial-, y sus productos eran muy importantes para el desenvolvimiento de la vida.
Todavía fueron más sobresalientes las transformaciones que comprendía la extracción del cobre de sus menas por un proceso químico denominado reducción: bastó calentar la mena con carbón vegetal para realizarla. El carbón vegetal y el crisol se empleaban en metalurgia antes del años 3100 a.c. Pero la hazaña más sorprendente de aquellos tiempos fue relacionar dos sustancias que se encontraban en la naturaleza, unas piedras cristalinas verdes y frágiles y el metal rojo tenaz. El conocimiento de esa continuidad marcó el comienzo de la Química. Aunque generalmente no se muestra una intencionalidad por mezclar dos sustancias para obtener unas propiedades específicas. Consecuencia natural fue el descubrimiento de la plata, el plomo y el estaño. Los poseedores de estos secretos constituyeron un gremio, los metalurgos, de no menos eficacia y utilidad que el de los forjadores. 
La metalurgia de la Edad del Bronce progresó debido al descubrimiento de que la adicción al cobre de pequeñas cantidades de estaño rebajaba su punto de fusión, disminuyendo al mínimo el peligro de agrietamiento a partir de las vejigas en las piezas moldeadas y aumenta la dureza de la aleación fría. La asociación de dos sustancias desemejantes produce una tercera sustancia con propiedades iguales y diferentes a las iniciales. La aleación se puede obtener por la fundición de menas de cobre y estaño, juntas, o por la fusión del estaño con cobre. El bronce de estaño era relativamente corriente en Babilonia antes del año 3000 a.c., tal vez obtenido accidentalmente en las proximidades de los dos únicos yacimientos de menas de estaño existentes en Asia Menor; pero, después de esa fecha se convirtió en un material poco usado debido a la dificultad de transportar los materiales necesarios. 
La Edad de Bronce se inició en tiempo distinto en diferentes regiones, pues sólo se establecía con la llegada de metalurgos y forjadores, y la sustitución de las herramientas y armas de piedra por las de metal fue inevitablemente un fenómeno gradual, ya que requería un período largo de educación y una organización comercial relativamente grande.
La técnica era elemental: se vaciaba la colada de metal sobre moldes abiertos de piedra o barro cocido, pero solo se empleaban para fabricar armas o utensilios. Luego se hicieron los moldes de varias piezas para otros objetos. Esta técnica fue perfeccionada desde el III milenio a.c. en Asia y Egipto.
En el Antiguo Egipto la mayoría de los elementos metálicos que se elaboraban consistían en aleaciones de cobre con arsénico, estaño, oro y plata. En tumbas del Imperio Nuevo, o en el templo de Karnak, se encuentran bajorrelieves que muestran una fundición datada en el siglo XV a.C.



Hacia el 3100 a.c., los Sumerios disfrutaban de una política permanente y habían alcanzado un nivel de desarrollo industrial muy superior al de la primera dinastía de Egipto. En particular, usaron los metales en extensión y destreza nunca soñados en el valle del Nilo, lo que contribuye a aceptar la hipótesis de la mayor antigüedad de la metalurgia asiática. 

Seguramente, la antigua Siria tuvo un papel particularmente importante como vía de tránsito para las influencias de los dos centros de la primera civilización histórica, situados en Egipto y en Mesopotamia.
Las primeras minas explotadas fueron las superficiales, que quedaban al descubierto por agentes atmosféricos, y el mismo estaño se obtenía de los depósitos de aluvión mediante la separación del oro por lavado. Sin embargo, existe la evidencia de que incluso en Europa, antes de finalizar la Edad de Bronce, las vetas de las menas se seguían bajo la superficie por medio de pozos y galerías.
El proceso de la fundición, particularmente a partir de las menas oxidadas, era relativamente sencillo. El metal bruto obtenido se fundía en crisoles de arcilla calentados con carbón vegetal con ayuda de la corriente de aire, primero procedente de los pulmones y después de fuelles de piel, y el metal líquido se vertía en moldes de piedra para utensilios muy sencillos. El uso de los fuelles para avivar el fuego en los hornos parece que se remonta al año 1500 a.c.
Los primeros moldes fueron de esteatica. Esta era una piedra blanda y de fácil corte que soportaba las altas temperaturas del metal fundido.
Existe evidencia del empleo del procedimiento de moldeo a la “cera perdida” en Egipto y Mesopotamia para obtener piezas moldeadas pequeñas. 
El moldeo en arena posiblemente se practicó en China hacia el año 800 a.c. 
Las posesiones mineras más importantes de plata de aquellos tiempos se encontraban en el suelo de la península Ibérica. Desde los puertos de Cádiz y Cartagena se exportaron durante mucho tiempo grandes cantidades de oro, plata, cobre, plomo y cinabrio hacia el mediterráneo oriental (Fenicios, Cartagineses, …). 
En el último período de la Edad de Bronce se complicó y alteró la vida tranquila y progresiva de dicha Edad, y lo mismo que en el comienzo de la Edad de los metales, nuevos grupos de prospectores de minas embarcaron desde el mediterráneo occidental, y con sus actividades contribuyeron a introducir en el mundo occidental el secreto del nuevo metal, el hierro, y nuevos tipos de herramientas, operaciones y procesos. Las culturas del final de la Edad de Bronce se extendieron al sudeste de España, sur de Italia e islas adyacentes, y aunque el hierro reemplazó rápidamente al bronce, la estructura social y la economía general persistieron con modificaciones superficiales durante el período romano en muchas partes del imperio.
En el caso de la Grecia clásica, conocida por su tradición escultórica en mármol, sabemos que se desarrollaron igualmente técnicas de fundición de bronce avanzadas, como lo prueban los bronces de Riace, originados en el siglo V a.C.

Bronces de Riace
Existe gran variedad en la composición de las diferentes aleaciones; no todas sirven para fundir cualquier objeto. No es el mismo bronce el que se utiliza para la fundición de cañones que el de campanas. Y en este último también hay diferencias; la mayor proporción de cobre produce tonos más graves y profundos a igualdad de masa, mientras que el agregado de estaño, hierro o zinc produce tonos más agudos.
La aleación con mayor sonoridad para fabricar campanas es el denominado metal de campana, que consta de un 78% de cobre y un 22% de estaño. 
Existe una variedad singular denominada "seniokuthis", o bronce dorado, originada en la época de la dinastía Ming en China, que destaca por su textura lustrosa y su tonalidad dorada. 

En su fabricación tienen especial importancia las técnicas de pátina.


Fuentes consultadas:
El movimiento se demuestra andando
Primeras culturas de los metales
por Jorge Gómez García

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